domingo, 3 de junio de 2012

Entre los árboles


Foto: J.A., Escultura de Elena e Isabel Pan de Soraluce, 2012
Llegué a Madrid el viernes a mediodía, acompañada y protegida por J., y después de descansar un rato pude visitar la galería de Fernando Herencia, donde mis amigas Elena e Isabel Pan de Soraluce exponían sus últimas esculturas, con el título de Más madera. Todas las piezas son tan sensuales que obligan irresistiblemente a tocarlas y a diferencia de lo que suele ocurrir, ni el galerista ni las artistas (que vinieron a verme con mi amiga Lola M.), intentaban impedirlo, sino que lo comprendían. La galería está en mi barrio preferido de Madrid, enfrente del Botánico y junto a ese bonito lateral del Prado, y un poco más abajo está esa placita preciosa de inmensos magnolios y un cedro gigantesco y maravilloso. Mi condición no me permitió quedarme como me habría gustado más tiempo allí de tertulia, pero me alegré mucho de haber ido. Casualmente supe que pronto expondrá allí otro amigo, Íñigo Villalonga y ojalá esté yo en forma para volver a verlo. 
Al día siguiente logré, no sé cómo, llegar a la Feria del Libro, que era mi misión. Poco antes, un amigo me avisó de que había salido una reseña de Mis postales de Barcelona en el Babelia (no puedo poner el link), breve pero muy bien hecha, por Francesc Arroyo. Era un buen augurio. Mi malestar era considerable y mientras llegábamos tarde a la caseta, alguien que me conocía de facebook me detuvo para saludarme y le contesté bruscamente, porque literalmente no podía con mi alma. Al llegar a la caseta, mágicamente, me transformé y el malestar se desvaneció. Enseguida llegaron los editores de Atalanta, que fueron los primeros, y luego casi no paró de llegar gente, amigos, conocidos y desconocidos, algunos también ilustres, como Gonzalo Suárez y Hélène Girard; él me regaló su libro Yo, ellas y el otro, con una estupenda dedicatoria y se llevó también Mis postales de Barcelona. Una lectora a la que ya conocía del año pasado me trajo recuerdos de EVM, que firmaba su Aire de Dylan en la siguiente hilera de casetas, a la misma hora que yo. En la caseta no hacía calor pero fuera, mis generosos visitantes sudaban y se abanicaban porque la Feria se instala en el llamado "Paseo de los coches", que es el único camino de cemento del parque, y la temperatura es muy distinta que entre la tierra y los árboles. Creo que firmé más libros que nunca antes. Me mantuve agradablemente impertérrita hasta que ya sólo faltaban unos minutos y cuando salí al calor, de pronto, el efecto mágico se evaporó y la carroza de Cenicienta volvió a ser una calabaza tirada por ratones y me encontré con mis miserias. Por suerte, allí estaba J. para rescatarme y tuve que huir con él y dos amigas sin haber logrado visitar otras casetas ni haber saludado a EVM como pensaba.
Ha sido un viaje extraño porque yo me sentía fragilizada y dolorida y porque tantas noches sin sueño y tanta imposibilidad de reponer fuerzas transforman a cualquier ser humano en otra cosa indefinible, fantasmal, exhausta. No habría podido hacerlo sin escolta. Y me he alegrado de ver a mis amigos y de su gesto generoso atravesando la ardiente Feria para encontrarme. 
A la feria también me trajeron un libro de poemas de Perto Peña, con otra estupenda dedicatoria. Estos días leía dos libros deliciosos, Ante la pintura de Robert Walser y Verde agua, de Marisa Madieri. Cuando mi malestar me deja concentrarme. Ojalá me disculpen mis lectores por este crucigrama sin inspiración. He pensado tanto en el dolor estos días y noches. He soñado tanto con recobrar mi antigua forma... A veces es inevitable preguntarse por qué o pensar que es injusto que precisamente ahora... Como si hubiera un sentido o una justicia, ni siquiera poética. Como si los responsables de masacres o de esta crisis enfermaran y se retorcieran de este o algún otro dolor sin poder encontrar alivio. Es difícil no desesperar y sentir que el propio umbral de resistencia está cerca. No sé de dónde sale luego esa pequeña energía que me permite aunque sea ponerme en pie o que me permitió estar tan bien en la Feria del Retiro. Y al mismo tiempo es inevitable no dejarse conmover por quienes intentan siempre cuidarme y estar cerca.
En el tren de vuelta, casi detrás de nosotros en diagonal se sentaba un escritor muy feo autor de best-séllers. J. bromeó sobre el significado de esa coincidencia mientras los paisajes extraños de ese trayecto iban corriendo por las ventanas y empezaba al fin a llover en alguna parte. Una vez aquí, lejos de aquellos árboles, de vuelta a casa, sólo cuento horas y días para los tratamientos con los que a partir de ahora intentaré mejorar mi condición. Rufus se ha alegrado mucho de verme. El silencio sería maravilloso, pero alguien ha dejado a un pobre perro encerrado en un balcón y el animal no para de ladrar. Habría que encerrar a quienes le encierran en el mismo lugar (liberando al perro). Y espero a que llueva en todos los sentidos. También al volver, he descubierto que mi buganvilla roja, que creía fracasada, ha empezado a florecer. Rojas y naranjas son mucho más difíciles que las omnipresentes buganvillas fucsia, y sólo en Canarias las he visto medrar espectacularmente en muros inmensos. Es gracioso que mi buganvilla roja se haya animado ahora que tengo tan abandonado todo, terraza y casa... Ojalá sean también un buen augurio esas flores rojas que han brotado inesperadamente y yo también, como ellas, pueda resurgir y recobrar lo perdido.

2 comentarios:

Anne-Hélène dijo...

Claro que sí, Isabel, la buganvilla roja te ha saludado con tu color, el que también llevas en esa foto tan bonita delante del Botánico.

Son días de mucho cansancio, sobre todo en el calor aplastante, pero tienes mucha más resistencia de la que crees, mucha más vitalidad de la que -lógicamente- crees tener cuando el dolor ahuyenta el sueño y llama al desánimo. Y esa vitalidad tu capacidad de resistencia hará que florezca pronto, como la buganvilla de tu terraza, que va a su aire, amiga de los mirlos y ajena a las convenciones.

Mis padres se quedaron encantados contigo, me lo dijeron nada más volver. Permíteme una pequeña corrección: el libro es "Yo, ellas y el otro" (http://www.clubcultura.com/clubcine/clubcineastas/suarez/liteyo.htm). Seguroque tus Postales de Barcelona les encantarán.

Belnu dijo...

Gracias, Anne-Hélène! Que sea como dices. Justamente ahora Esther, que acaba de leer el post, me hablaba de esa resistencia...
Corrección hecha! A mí me encantaron ellos...