domingo, 28 de agosto de 2011

Un día espinoso

Foto: I.N. Rufus, esta tarde, 2011
Un día dolorido y absurdo, en el que la tensión interna por la escucha excesiva de esta mañana me ha llevado sólo a la estupefacción inútil ante la pantalla. No he escrito, no he traducido, no he avanzado en nada y cuando he querido pasear, la ciudad me parecía sucia y cementosa y he vuelto sobre mis pasos, añorando mi bosque serbio. Sólo Rufus, mi amigo peludo, parecía capaz de tranquilizar mi ánimo revuelto. Lo único que ha salvado mi día son las Penas precoces de Danilo Kiš, qué maravilla de cuentos fragmentados (esta vez sí, traducidos dignamente), ese narrador que ya no es él, con tantos años, entre paréntesis, ese niño de un campo cruel y cargado de olores, y el perro que entiende todo y que tan perfectamente le complementa en sus trabajos, que se convierte en narrador antes de morirse. Toda la brutalidad del mundo y su salvajismo están en ese campo lleno de belleza, toda la hipersensibilidad inteligente del niño que luego será cronista del horror estalinista y antes lo es de los progromos. Y qué título tan exacto, me habría servido a mí, que estos días no tengo más remedio que recordar mis propias penas precoces (y la carga de belleza extraña del paisaje que me rodeaba) y revivirlas, porque el final de cada personaje da sentido a lo que yo descubrí entonces, en la Infancia de Ivan. He acabado el libro sentada en la hamaca, visitada por pequeñas mariposas, que sabían sin duda del festival de mariposas gigantes de Tršić y Tronoša.
Alguien lleno de insight me dijo el otro día una metáfora de etología que servía para las relaciones con la misma exactitud que la de los erizos en la cueva de Shopenhauer citados por Freud, trataba de que los monos aprenden enseguida a discriminar quiénes son los otros monos dispuestos a quitarles las pulgas a ellos después de que ellos se los hayan quitado. Ése a quien le hemos quitado sus pulgas pero no está dispuesto a quitarnos las nuestras debe ser apartado, de ése hay que protegerse. Así, de dos escritores que acababa de conocer virtualmente, uno sólo ofrecía orgullosamente sus pulgas doradas, pero no quiso siquiera saber de las mías, desdeñoso, mientras que el otro se ha ofrecido generosamente a la curiosidad y a lo recíproco. Hoy le he explicado esa metáfora a G., que puede comprenderlo todo. Me gustaría haber estado más fuerte para poder decirle a G. muchas otras cosas que le ayudarán, pero no podía.
Sólo podía escuchar a AW cantar Valerie o la canción que hace llorar al músico o tantas otras músicas imbricadas en mis pensamientos ardientes de este domingo. Canciones que piden algo, casi como una oración descreída. Como el Évame de aquel poeta febril. A veces es peor haber acertado en lo que pensábamos; a veces preferiríamos que todo nos sorprendiera, desconcertara e interpelara. A veces sería mejor que nada tuviera sentido porque el sentido parece implicar la muerte.
Hay gente que vive como si lo interno no existiera, aparcándolo e intentando convencerse de que todo es química, dejando que sus humores internos le acosen y se apoderen de su ánimo sin saber de qué se trata y llegando a extremos insostenibles. Hay gente que anda por la calle como una olla a presión a punto de estallar y no lo sabe; gente que se sostiene por un hilo y de pronto le explota la pólvora en la cara, y aún así se niega a saber, a poner remedio. Hay gente que tiene tanto miedo de abordar sus emociones que prefiere ser poseído por ellas sin conocerlas ni entenderlas, sin saber dónde empieza y dónde acaba. Hay gente que repite un modelo que supuestamente detestaba y ni siquiera se da cuenta. Hay gente que cree ser todopoderosa y nunca pide ayuda porque siente terror de saber. Hay gente que cree que la violencia es signo de fuerza y enfrentarse a las emociones propias, signo de debilidad, y no imagina siquiera que es absolutamente al contrario. Hay gente que nos persigue porque ve en nosotros lo que intenta reprimir en ella misma, gente que vive en la locura, la negación y el delirio y ni siquiera puede sospecharlo. Y de la misma manera que el cuerpo acaba expresando en las arrugas nuestras expresiones y los zapatos se desgastan según nuestra inclinación al andar, esas vidas acaban cumpliendo lo que algunos temíamos y nos confirman de forma dolorosa lo que siempre nos habíamos dicho. Pero todo esto no puede explicar mi tristeza de estos días por todo lo que regurgitan esos gestos, por la luz de la Infancia de Ivan y las razones de mi novela, por todo lo que salió irremisiblemente mal y nunca podrá ya repararse, y duele aunque haya sin duda algo victorioso en esa escritura, y esa alegría estará ahí, danzante como las canciones, aunque una parte de mí se empeñe en no dejarse salir del fracaso ni se autorice a nada más que a escribir de forma semiclandestina, casi oculta. Todo esto no puede transmitir el peso de las cosas ni decir por qué yo no quería volver del bosque.
Acabo de llegar y ya quisiera salir corriendo. Un músico amigo desde el otro lado del charco me ofrece un préstamo que me llevase lejos, a escribir en otra parte. Pero yo soy de espíritu yakuza y no quisiera tener que cortarme el dedo meñique por la deuda. No sólo eso: sé que no puedo escapar, que estoy en cierta manera obligada a observar y a escribir; mi problema es ofrecer sólo lo que pueda dar y al mismo tiempo protegerme. También me han contado de aquel condenado a muerte y su última noche, en la que fue más feliz que nunca en su vida y declaró que todo estaba dentro de nosotros. Pero cómo desearía que este tiempo hubiera ya pasado, cómo me gustaría que algo me rescatase de aquí.
Y sin embargo, sarinagara, yo misma sé que esto es sólo un momento, y aunque habrá tal vez muchos otros como éste en los próximos meses y quizás peores, también seguiré sintiendo la joie paradoxale, esa respiración que no sabemos de dónde viene, pero que siempre es capaz de transportarnos alegremente, aunque sólo fuera por lo físico. Y si no, aquí está mi amigo peludo con sus ojos cristalinos, observándome como si el mundo entero empezase conmigo.

10 comentarios:

Dante Bertini dijo...

felicitaciones: un post excelente.

Belnu dijo...

Gracias, Dante, benvenutto!

Emma dijo...

Me ha gustado mucho todo eso que escribes que comienza con "hay gente" Cómo podemos ser tan ignorantes? Y aún asi vivimos, seguimos caminando arrastrando nuestras cadenas, tan pesadas, tan dañinas... esta ignorancia tan enorme en la que millones viven sumergidos me tiene fascinada, no importa cuántos años se viva, si no se quiere saber no se sabe y no entiendo por qué se arroja una vida por la borda así, de esa manera... en fin, como siempre un placer leerte.

Belnu dijo...

Gracias, Emma! Lo más asombroso son los meandros, subterfugios y terribles sufrimientos que muchos sufren por su miedo a no saber, por su voluntad de cerrar los ojos. Es mucho peor el remedio que la enfermedad! Pero aún así, muchos prefieren...

Emma dijo...

Isabel, no sabía que habías participado en este libro!
http://www.demipage.com/tienda/popup_image.php?pID=70&osCsid=eec14f93c4a14cb9c12557777e686864
Sale hoy en El País.

Belnu dijo...

Sí, participé, ma non troppo.

´´ dijo...

Hola estoy leyendo a Jordi Bonells, buscando por internet he visto tu reseña del 2007, de momento tengo " Esperando a Beckett" y "La segunda desaparición de Majorana" los leo por tu reseña. Hay otro músico a este lado del charco que en breve musica a Villon, no?.

En los inicios de la guerra le preguntaron a Francesc Pujols si no tenia miedo que lo mataran, y el tíodijo que no, "pierden más ellos que yo " seguro que si te piras pierde más Barcelona que tu, pero hay que ser generosa con los demás, mala suerte a quedarse.

Belnu dijo...

Francis, estás en todo! Creo que ese músico está haciendo un buen trabajo con Villon y parece encantado con el texto.
Jordi Bonells está muy bien, me hace ilusión que leas esos libros, son magníficos
En cuanto a mí, BCN se quedaría igual sin una hormiga de Figueres!!!

´´ dijo...

Eso no es verdad, los escritores sois importantes, tenéis que estar en la ciudad, ¿tu sabes quien era el alcalde de Praga en la época de Kafka?, pues eso.

Belnu dijo...

Gracias, Francis! Pero Kafka! En fin... Hace ilusión pensar así...