lunes, 21 de diciembre de 2009

Lunes de solsticio

Foto: I.N., Hojas bajo la lluvia, 2009
Es un lunes extraño, seminavideño, tal vez la noche más corta del año y yo lo he empezado andando, andando contra mi no-escritura, he visitado una librería donde nunca veo mis libros (les he comprado un Jean Giono, pero no L'homme qui plantait des arbres, esa maravilla de cuento para niños y adultos que debería correr a comprar todo el mundo como pequeño regalo de navidad y que ahora ha publicado Duomo en castellano, una pequeña joya a la altura de Mendel el de los libros de Zweig, sino Un roi sans divertissement, donde empieza hablando de un árbol maravilloso, un haya, y lo hace a la manera de Giono*), aunque me aseguran que han tenido algunos, y luego he llegado a otra que siempre estaba buscando, desde que unas navidades compré allí libros para G. y me gustó la librería y sus libreras, pero no recordaba la calle, y un día me la recomendó Francis, y leí el artículo donde celebraban sus 25 años de vida, y es la Gàbia de Paper. He quedado allí con B., que siempre tiene algún cameo en mis cuentos, como Hitchcock en sus películas, y que antes era mi vecina pero se ha cambiado a ese otro barrio y está feliz, porque a veces la gente necesita cambiar de aires. En la Gàbia de paper sí tenían mis cuentos, a la vista, y verlos allí, además de la hospitalidad de esas expertas libreras me ha alegrado la mañana. Tras comprar sendos libros (ella el mío, yo un Saki carrolliano), nos hemos ido al café de al lado, donde se fuma, y yo le he dedicado a B. mis cuentos y hemos hablado y despotricado. B. se preguntaba adónde iría, yo le he contado de un amigo común, de nombre numérico, que hoy me ha escrito: harto del Born y de Barcelona, se ha ido a vivir a Premià, monta a caballo y avista pájaros y contempla el mar todos los días, y B. me ha contado que su sobrino Johnny encontró unos socios griegos y ha montado un restaurante hispano en Tesalónica y está feliz (aunque Tesalónica es terrible y ruidoso, lo destruyeron con saña, le he dicho yo, pero las razones de cada uno son misteriosas y sé que él ve el mar desde su casa), y de una pareja de traductores que viven ahora en Marsella también con vistas al mar y pagan 400 euros por un piso que en BCN les costaría mil quinientos (aunque un amigo escritor, cansado de esa ciudad me contó que está cada vez más sucia). Luego he visitado la nueva morada de B., que pese a sus lamentaciones ha mejorado y es preciosa como todas sus casas, que ella construye como si fuese un oficio, y al fin la he dejado negociando con su hambrienta perra boxer (habían olvidado comprarle el pienso) y me he ido a buscar mi pan a Gràcia y luego a casa, fotografiando hojas de árboles bajo la lluvia.
Lo cierto es que esta mañana he tratado con un técnico de la calefacción que, pese a su arrogancia (es gracioso que uno pueda considerarse tan sabio y superior siendo técnico de calderas; convencido de que yo nunca podría entender el funcionamiento de un termostato), me ha propuesto un método más "científico": compre un termómetro de mercurio y cuélguelo en su casa y obsérvelo durante tres días, para ver si coincide con la temperatura que marca la caldera. Para eso he tenido que ir a mi ferretería preferida, donde tengo que reprimirme fuertemente para no comprarlo todo, animada por el lugar y la cortesía y eficiencia de los empleados. Pero el termómetro me muestra lo que yo ya sabía, que la caldera necesita mucha más potencia para lograr lo que antes se lograba al mínimo y eso supone más dinero para la compañía del gas y menos aún para mis ya menguadas arcas.
Me he puesto a escribir de Jean Rhys para mi ensayo, mientras cada cinco minutos llegaba una felicitación navideña de editoriales, y al cabo de un rato me ha llamado Gabriela Wiener y me ha propuesto un trabajo inverosímil, porque era para ya mismo: escribir una breve columna sobre un músico que conozco, un retrato personal, que he titulado "Una instantánea de Alfonso Vilallonga" y la he escrito en un tiempo récord: ya aparece colgada en Factual (pone que soy historiadora, no sé por qué será; no hagan caso). Si tengo que ser esclava, prefiero escribir que traducir, he pensado. Lo cierto es que me hacía gracia improvisar ese retrato familiar y contextualizar al personaje. También pueden leerlo aquí.
Y mientras, G. ha aparecido en el chat para decirme que se había comprado un jersey en le marché aux puces y que ha tenido que recurrir a trucos caseros para combatir el frío de París. Él vuelve mañana y yo me voy pasado...
Y volviendo al haya* de Giono, dice: "C'est juste au virage, dans l'épingle à cheveux, au bord de la route. Il y a un hêtre; je suis bien persuadé qu'il n'en existe pas de plus beau: c'est l'Apollon-citharède des hêtres. Il n'est pas possible qu'il y ait, dans un autre hêtre, où qu'il soit, une peau plus lisse, d'une couleur plus belle, une carrure plus exacte, des proportions plus justes, plus de noblesse, de grâce et d'éternelle jeunesse: Apollon exactement, c'est qu'on se dit dès qu'on le voit inlassablement quand on le regarde. Le plus extraordinaire est qu'il puisse être si beau et rester si simple. Il est hors de doute qu'il se connaît et qu'il se juge. Comment tant de justice pourrait-elle être inconsciente? Quand il suffit d'un frisson deu soir, d'un porte-à-faux dans l'inclinaison des feuilles pour que la beauté, renversée, ne soit plus du tout étonnante." (Prometo traducirlo al dorso si Icíar me lo pide, manualmente, tanto me gusta...)
Y la cita de entrada al libro también es maravillosa, sobre todo para mí, que he sido prisionera en la infancia y sé lo que eso significa, aunque nunca estuviera en una cárcel que no fuese interior o familiar:
"Si vous m'envoyez votre cornemuse et toutes les autres petites pièces qui en dépendent, je les arrangerais moi-mème et jouerais quelques airs bien tristes, bien adaptés, puis-je dire, à ma pénible situation de prisonier."

2 comentarios:

Icíar dijo...

¡Qué graciosa¡ he captado al menos que se trataba de francés, utilicé el traductor google, pero haré algo mejor: buscaré esos cuentos de Jean Giorno y de paso, el de Mendel el de los libros, que ya me estaba llamando la curiosidad.

Belnu dijo...

Ya me imagino que eso lo has visto, ja ja! "El hombre que plantaba árboles" es como un cuento, aunque creo que es una historia que ocurrió, y tiene una conexión (salvando las distancias) con "Mendel el de los libros", dos personajes que están tan en su mundo que no se enteran o no comprenden que hay guerra...