martes, 15 de enero de 2008

Retrato al sol... de invierno



Foto: Linda Danz., Lamposts, 2007

Hay una hora, the blessed time, en que el sol invade algunos rincones de la sala y yo me veo casi como la gata, buscando una postura cómoda en cualquier triángulo de sol en la estantería o la alfombra. El sol cambia deprisa de posición y abandona pronto el sofá para instalarse en la mesa del ordenador, y en ese momento, si me atrapa sentada, me invento una excusa para retrasar la ducha y escribo aquí, cegada la pantalla por la luz, bañándome en ese aire luminoso y absorbiendo el calor como las placas solares. En ese momento he empezado a escribir un post en Polis y como en el fondo, yo no sé dividir del todo mis temas, ni separarlos bien, mientras hablaba de un documental histórico y del pasado de este país, en una estela de mi Anti-Heimat de ayer, se me ha colado la crónica social de la exposición de Anagrama en ese otro blog. Así que quienes estén interesados, deben ir allí.

Luego he seguido corrigiendo la traducción al inglés de mi cuento The Owl, que D. y yo nos vamos mandando a párrafos cortos. Y eso me lleva a contar una historia.

En 2001 fui a Nueva York con G. Había quedado en llamar a algunos amigos de mis amigos, a Muntadas y también a D., a la que no conocía, pero que era muy amiga de mi amiga de París, la escritora Rauda Jamís, además de otro amigo de un amigo a quien gustaba mucho hacer de cicerone en su ciudad de adopción. También estuve a punto de llamar a un escritor que se estaba cruzando conmigo en las librerías de aquella ciudad y a quien yo estaba leyendo. Pero el humor de G era tan extraño, pasaba de una irritación sorda y negativa -se sentía dependiente de mí en aquel territorio no-europeo que intuía tan distinto e imprevisible- al puro émerveillement de lo que veía, y ese humor extraño me producía a mí una pesadumbre desconcertada a momentos, mientras que en otros lo pasaba estupendamente viéndole descubrir con pasión las cosas que a mí más me gustaban, como la NY Public Library, donde quería que pidiéramos libros y nos quedáramos a leer, o los museos, donde pedía casquillos de explicaciones con acento sudamericano sobre Hopper, o las ardillas en árboles altísimos, o los restaurantes indios, o thai, el café del Takashimaya o la burbujeante China Town o Central Park, unido a lo que le gustaba a él, entonces joven teenager -el edificio de John Lennon, las limusinas, los raperos de la calle, los lavabos del Plaza, la excentricidad de algunos- o que yo le contara quiénes eran los famosos que nos cruzábamos -Tom Wolfe con su traje blanco en la V Avenida-, etc. Así, la imprevisibilidad del humor de G. me hizo desistir de llamar.

Al volver, escribí a D. y le expliqué por qué no la había llamado y descubrí que su casa estaba cerca de nuestro hotel. Y enseguida empezamos a hablar virtualmente, y a mandarnos fotos y crónicas de nuestras vidas, y ella me mandó su música, y nuestro intercambio nunca cesó. Y mis planes de volver a NY se congelaron por culpa de Bush, y ella sólo se acercó a UK, pero nunca vino a Barcelona. He oído su voz, he sabido y casi olido los detalles de sus comidas vegetarianas, he recibido paquetes suyos de una pasta canadiense hecha con arroz integral, que se detuvo en la aduana, he contemplado múltiples reportajes de sus movimientos y de sus paseos diarios por Central Park, me parece haber oído su risa, he leído sus escritos, he visto sus cuadros, he observado cómo era antes y cómo es ahora, he comprobado que su casa se parece a la mía, y sólo con ella he emprendido ese raro proyecto de traducción de mis cuentos que me devuelve a Benjamin y a Derrida (la lengua pura está en los intersticios entre las lenguas y sólo el traductor accede a ella; el traductor tiene una relación de amourhaine, de transferencia psicoanalítica con su lengua, a la que odia por su incapacidad de traducir exactamente, de decir lo que otra lengua dice, y como la ama, la fuerza para que sí diga) y ahora también a Maurice Blanchot, que comenta ese pasaje benjaminiano en su interesante libro La amistad.

Hubo un tiempo en que D abandonó su puesto en the corporate world para vivir sólo de su arte multifacético. En cierto momento eso significó un salto peligroso: "We are very brave with the visa card", decía, con su gracia de poeta y letrista. Cuando la deuda creció tuvieron que hacer esa suspensión de pagos que antes sólo se permitía a los ciudadanos en USA (y ahora ya se puede incluso por estos lares, según me informan al dorso), y en el juicio vio gente salida por completo del sistema, con vidas más dramáticas. Teóricamente uno tiene que pasar un tiempo sin tarjetas de crédito, pero a la salida ya te están esperando los empleados de los Bancos para ofrecerte otra. Ahora, D está acabando su novela post 9/11, y a veces considera la posibilidad de huir de la América de Bush con su música a otra parte, al país de su partner, la aquí llamada pérfida Albión.

A veces, D convertía mis frases en awkward English en títulos para sus canciones. O lo planeaba. Aún ahora me manda músicas preferidas. Una vez, cuando yo me quejaba de la actitud usurera de los Bancos, junto a su alegre "Fuck off the banks!", me escribió: "Maybe we should put a mask on and storm into the bank and threaten the clerks with guns and then we can fix this stupidity"... "Time to get out the guns. You know Bel, if ever (gods forbid) I was diagnosed with a terminal illness I would take one of those fuckers with me. I swear." La escena de las dos con unas máscaras irrumpiendo en un banco con pistolas hizo reír mucho a otro amigo escritor, el mismo que un día se quedó tan asombrado cuando me vio trepar a mis estantes para coger un libro, como suelo hacer, que me pidió que repitiera el gesto.

14 comentarios:

Dante Bertini dijo...

hummmm, me llegó la invitació pero se traspapeló por cualquier lado...
estoy cada día más asocial, doña isabel, cada día más como mi gato federico, al que sólo le interesa estar relajado escuchando música y dejándose acariciar por el sol de este invierno apocalíptico.

Belnu dijo...

Te refieres a lo de Anagrama? Como lo escribiste aquí... No me extraña... Tal vez yo haría lo mismo si... pero ya sabes, yo necesito airear mis ideas de vez en cuando, lo malo es que sea ésta la ciudad donde vivo.

Anónimo dijo...

Qué tal Bel? Te vi bien el otro día en la Rambla de Cataluña, alegre, risueña y transmitiendo energía como siempre, me dio para cargar el móvil.

Sólo una pequeña puntualización sin importancia al artículo de hoy de tu blog. Por lo menos desde el año 2003 en España como en EEUU, cualquier deudor, sea persona jurídica o física, puede suspender pagos (lo que ahora se llama concurso de acreedores). Naturalmente, para eso se necesita todo una serie de circunstancias y un procedimiento y una declaración judicial.
JC

Belnu dijo...

Mil gracias, JC!!! Suerte que me queda algún amigo informado! A lo mejor ya se puede hacer en todo el mundo, y yo, como siempre, en la higuera...
Corregiré el post

Dante Bertini dijo...

deberás disculpar mi aparente desorden...a veces leo todo de un golpe y comento donde me parece que no te lo perderás...
ya sabes qué dirás en ACEC?
bella imagen la de "the blessed time"...

Belnu dijo...

No, aún no lo sé, tengo vagas ideas deshilachadas, lo pensaré mañana, como Vivien Leigh... ¿Y tú?
¿Crees que deberíamos preparar un speech para arrancar?
En cuanto a tu supuesto desorden, no será peor que el mío... nada que perdonar, como dicen algunos cenutrios alambicados, "antes al contrario"...

JML dijo...

Uf! El salto peligroso de la nómina a la VISA… La insolvencia de las legítimas ambiciones, de la vida digna…
Si alguna vez tu amiga traductora y tú os decidís a asaltar un banco os estaré esperando en la puerta, con el coche en marcha…

Un abrazo

Belnu dijo...

Me encanta la idea. Necesitábamos ese coche con piloto inteligente, así será un atraco literario o cinematográfico! Eso sí, te cambiaremos el apodo por uno tipo Dalton, para que no nos cojan...

JML dijo...

Eso está hecho. Ya me está empezando a pesar la leyenda de "perdedor". Hasta los peces se han dado cuenta...

Belnu dijo...

Ja ja... No me extraña, y es que de perdedor nada... se nota en esa escritura!

civisliberum dijo...

La NY Public Library es una maravilla, su majestuosa sala con maderas calidas y su imponente escalinata. Solo una pega: los turistas entre los cuales me incluyo, dando vueltas por el interior de la misma (y después comprando en la tienda de souvenirs). Otra curiosidad de la misma son los “activistas” de todo tipo en su entrada, que a diario exponen sus quejas sobre la actitud de su gobierno.
Pasear por las librerías de la parte baja de Broadway (como la Strand en Broadway y la 12)y alrededores de Washington Square (entre la NY University), con kilómetros de estanterías de libros nuevos y viejos, es una autentica delicia.
Por otra parte NYC nada tiene que ver con Bush ni con la América republicana y neocon. Aunque el alcalde actual Bloomberg lo hizo por el Partido Republicano, esta en sus antípodas, el hecho es que era un Demócrata que no salio elegido por su partido y al ser multimillonario se pago su campaña dentro de los Republicanos y gano, pero el mismo es proabortista, a favor de uniones homosexuales y en distintas ocasiones se ha manifestado contra la guerra de Irak.

Belnu dijo...

Sí, me encanta Strand 20 miles of books! Y la NYPL y su tradición de activismo en las puertas, etc.
En cuanto a Bloomberg, sí, al menos no es rancio a ese nivel, pero está a favor del mercado y los intereses inmobiliarios

Anónimo dijo...

Si me permites una maldad, ¿Quién te gusta más, Madame Verdurín o la duquesa de Guermantes?

Belnu dijo...

Lo único que me gustaba de (aj) Mme. Verdurin era aquella música que Marcel oía en su casa. En cuanto a Mme de Guermantes, me gustaba su vestuario, sus andares y la ensoñación de Marcel. Me gustaba más Gilberte. Me gustaba la huidiza Albertine. Y la mentirosa Odette con sus tenues matinales, con las que recibía a sus amantes. Aunque la verdad es que todos los personajes tenían su lado fatal, incluyendo al terriblemente posesivo Marcel. La verdad es que anoche anoté dos visiones de la Recherche muy extremas para nombrarlas en una charla, veremos si lo haré.