sábado, 23 de septiembre de 2006

Viaje

Foto: Sarajevo, 2003 Barcelona- Zagreb - Ljubljana - Belgrado ha sido mi itinerario balcánico entrevistando a escritores sobre la guerra que fragmentó la antigua Yugoslavia. En Octubre me quedan dos desplazados que iré a visitar a París y Berlín, dos escritores más en Barcelona y algunos por email, porque la beca no me lleva hasta Canadá. De ese viaje escribo ahora, aún con los ecos del trayecto en tren de Zagreb a Belgrado que fue como un viaje al pasado comunista y rural, con kilómetros de campos luminosos de maíz y caminos de un verde que no existe en ninguna otra parte y que daba ganas de bajar y andar por ahí, ¿pero adónde, si no llevaban a ninguna parte? Estaciones con porches de madera y personajes de otro mundo, como de una Rusia profunda imaginada. O recorrer las calles de Belgrado, intentando reconocer en los nombres cirílicos las calles en mi plano, aunque todos han cambiado. "Me parecería bien que cambiaran una calle llamada Milosevic", me dijo un autor belgradense, "¿Pero por qué eliminar la Avenida de la Revolución? En Berlín siguen teniendo Marx Strasse..." He filmado a los autores con una videocámara, algo insólito para mí, y al principio creía que se me borraría el material, que no podría... Pero al final resultó más fácil de lo que pensaba. La mezcla -en la arquitectura y en la comida- de lo austrohúngaro y vienés, con lo soviético, lo eslavo, lo turco y la afición mediterránea a la calle y la vida social -todos sentados en miles de terrazas de bares, tomando café con un vaso de agua, fumando o tomando helados a todas horas- es bien interesante. La guerra parece haber afectado más a la gente joven. Las generaciones anteriores son más imbatibles, lo han vivido todo, hijos de los que lucharon en la II Guerra Mundial, resistentes, disidentes del comunismo, sesentayochistas a la yugoslava, mujeres intelectuales brillantes, feministas que no se avergüenzan de serlo como en España, perseguidas por los patriarcales nacionalistas como emblema de la modernidad cosmopolita, de lo urbano... Sabían lo que podía ocurrir. Pero los jóvenes, apolíticos, no podían sospecharlo y se convirtieron en las víctimas de la guerra, tenían que ir al frente o esconderse o huir, y en vez de disfrutar del paréntesis despreocupado y caótico de su edad, les tocó el horror de las minas, el uranio enriquecido, el cáncer que se ha extendido escandalosamente después de la guerra...